martes, 20 de diciembre de 2011

El Nilo





Nilo, Aswan


Mientras tanto leamos un poco de lo que dijo Heródoto sobre el Nilo: De "Los nueve libros de Historia", en el segundo "EUTERPE" encontramos esto:



“Sobre la naturaleza del río nada pude alcanzar, ni de los sacerdotes, ni de ningún otro. Yo estaba deseoso de averiguar de ellos estos puntos: por qué el Nilo crece y se desborda durante cien días a partir del solsticio del verano, y cuando se acerca a este número de días, se retira y baja su corriente, y está escaso por todo el invierno, hasta el nuevo solsticio de verano. Acerca de estos puntos nada pude alcanzar de los egipcios, cuando les preguntaba qué poder posee el Nilo de tener naturaleza contraria a la de los demás ríos. Eso preguntaba porque quería saber lo que llevo dicho y también preguntaba por qué es el único río que no emite brisas”
Hola a todos, preciosas las fotos del Nilo,¿ Os imagináis a Heródoto contemplando las crecidas de Nilo? Debió de ser un espectáculo increíble.Esto es lo que cuenta en su libro sobre lo que observó:

“Cuando el Nilo inunda el país, únicamente las ciudades sobresalen del agua, muy semejantes a las islas en el mar Egeo, pues el resto de Egipto se convierte en un mar, y sólo las poblaciones sobresalen. Durante la inundación, ya no navegan por la corriente del río, sino a través de la llanura. Por lo menos, al remontarse de Náucratis a Menfis, la navegación bordea las pirámides; pero no es ése el rumbo, sino por el vértice del Delta y por la ciudad de Cercasoro”
Es interesante todo lo que Heródoto cuenta sobre el río Nilo, cito otra vez lo que está en su libro Euterpre, en esta ocasión habla de las fuentes del “Nilo:En cuanto a las fuentes del Nilo, ninguno de cuantos traté, egipcio, libio o griego, declaró conocerlas, salvo el escriba del tesoro sagrado de Atenea en la ciudad de Sais en Egipto, y me pareció que bromeaba al afirmar que las conocía puntualmente. Decíame que había dos montes cuyas cumbres acababan en picos, situados entre la ciudad de Elefantina y la de Siena, en la Tebaida; esos montes se llamaban Crofi el uno y Mofi el otro, y las fuentes del Nilo, de insondable profundidad, manan en medio de ellos; la mitad del agua corre hacia el Egipto, cara al viento Norte, y la otra, hacia Etiopía y al viento Sur. De que las fuentes tengan insondable profundidad, decía, hizo la prueba el rey Psamético, quien mandó trenzar un cable de millares y millares de brazos, lo soltó y no llegó a fondo. Pero este escriba, si lo que contaba había sucedido de veras, demostraba (en mi concepto) que en ese lugar hay violentos remolinos, con flujo y reflujo, por precipitarse el agua contra los montes, de suerte que la sonda echada no puede irse al fondo”.


Diodoro de Sicilia

Aparte de los animales citados, el Nilo tiene especies de peces de todas clases e increíbles por su abundancia; a los nativos, no sólo les proporciona el abundante provecho de los recién capturados, sino que también les suministra una cantidad inagotable para la salazón . En general, en beneficios a los hombres, supera a todos los ríos del mundo habitado. Da comienzo a su desbordamiento a partir del solsticio de verano hasta el equinoccio de otoño y, aportando siempre nuevo limo, empapa por igual la tierra inculta, la sembrada y la plantada, tanto tiempo cuanto los agricultores del territorio quieran. Como el agua discurre mansamente, lo desvían fácilmente con pequeños diques y de nuevo lo reconducen cómodamente cortándolos cuando se cree que es conveniente. En general, proporciona tanta facilidad de ejecución a los trabajos y beneficios a los hombres que la mayoría de los agricultores, colocándose en los lugares ya secos de la tierra y lanzado la semilla, conducen por encima sus ganados y, pisoteando con ellos, vuelven para la siega después de cuatro o cinco meses y algunos, removiendo mínimamente con ligeros arados la superficie del territorio mojado, recogen montones de frutos sin mucho dispendio ni esfuerzo. En resumen, toda la agricultura se practica entre los otros pueblos con grandes gastos y fatigas y, sólo entre los egipcios, se recolecta con pequeñísimos dispendios y trabajos. También la viña, regada igualmente, proporciona abundancia de vino a los nativos. Y los que dejan permanecer inculto al territorio inundado y lo dedican a los rebaños como pasto, recogen, gracias a la gran cantidad del forraje, ovejas que paren dos veces y se esquilan dos veces al año.
    Lo sucedido en la subida del Nilo parece maravilloso a quienes lo ven y completamente increíble a quienes lo oyen. Todos los otros ríos disminuyen hacia el solsticio de verano y bajando siempre más y más durante el tiempo siguiente del verano, pero sólo él, emprendiendo entonces el principio de su desbordamiento, crece tanto cada día que, al final, inunda casi todo Egipto. Y, del mismo modo, volviendo: atrás en sentido contrario, baja durante igual tiempo cada día poco a poco hasta que llega a la posición anterior. Al ser el territorio llano y estar situadas las ciudades y las aldeas e incluso las granjas sobre montículos hechos a mano, el panorama resulta semejante a las islas Cícladas y la mayoría de los animales terrestres perecen ahogados cercados por el río, pero algunos se salvan huyendo a lugares más elevados, y los ganados son alimentados durante el tiempo de la subida en las aldeas y en las granjas, con su alimento preparado de antemano. Y las gentes, liberadas de trabajos durante todo el tiempo del desbordamiento, se dedican a la fiesta banqueteando continuamente y gozando irrefrenadamente de todas las cosas conducentes al placer.
Y, a causa de la ansiedad ocasionada por la subida del Nilo, fue construido por los reyes un niloscopio en Menfis; tras medir exactamente la subida en él, los encargados de su administración envían mensajes a las ciudades en los que explican cuántos codos o dedos ha subido el río y cuándo ha hecho el principio de su disminución. De tal manera todo el pueblo se libra de la ansiedad, al ser informado del cambio a la inversa de la crecida, y todos conocen en seguida de antemano la cantidad de frutos que habrá, pues esa observación es anotada con exactitud desde hace mucho tiempo entre los egipcios.
Diodoro Sículo, BH I,36,1-12. [Versión de F. Parreu (ed.), Diodoro de Sicilia. Biblioteca Histórica. Libros I-III. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid 2001, pp. 215-218.

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